jueves, 27 de junio de 2013

Luis Alberto de Cuenca

Bebétela

Dile cosas bonitas a tu novia:
«Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.»
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva) . Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no dudes ni un segundo:
bébetela.

sábado, 8 de junio de 2013

Declaración de amor desde el Cantábrico.

Estás tú
y después el Aleph.



Las paredes son insignificantes.
Tú. La inmensidad.


Arrasa con lo que veas.

martes, 4 de junio de 2013

Lo era. Continua.

Con torpeza bailas la bandeja
que sostiene mis ojos.

Grandes, con rímel.
Iguales a los de Ángel.
Pero abiertos,
oscuros.



Brindemos,
Porque un día fuimos un monosílabo,
porque algún dia seremos un absurdo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Finales.


Tras el fatídico acto que siguió al momento exacto en el que cerraste la puerta,
no quedó nada más.
No h(s)abía nada más.
Tan sólo el éxtasis de la noche.
Todo lo dormido y despertado.
Aquella hora.
La simetría.
La ruptura de cánones.


Y quizás, también, de algunos platos.
Él(los). Los más culpables.

domingo, 12 de mayo de 2013

De las clavículas y los espacios vitales.

Y las distancias geométricas y esas falacias ausentes -que te inventas-
para no seguir el rumbo y acabar circunscrito a tus límites.
Eso que tú llamas 'metas'.

Y ese aro que gira. Y esos platos que giras.
Y esos ojos que entornas.

Y, sí, el pecho que agitas.
Y ese viraje del último segundo. O de las últimas tres semanas.
Que es tu impulso, tu meta.
Tu límite.
Tú, límite.

Las clavículas que se rompen.
Me autoimpongo el espacio.

martes, 23 de abril de 2013

Divisar.

Infinitos azules y redondos.
Viajando hasta la Argañosa -ya no al infinito-, 
zozobrando, asustando
a niñas uniformadas de granate
que ven con otros ojos los zapatos, los escaparates.


El infinito no está cerca, ni lejos, siempre se encuentra a la misma altura. No me muevo. Me falta movimiento -desde hace tiempo- y ahora mis piernas atrofiadas ven algo a lo lejos.
Pero no lo alcanzo. No se trata de esa sensación de querer algo por encima de todas las cosas y no llegar nunca, no es angustia, ni desesperación.
Quiero saber qué es. Acercarme poco a poco e ir formando una imagen nítida -puede que angustiosa-, brillante. Quiero saber si merece la pena sentir ese cosquilleo molesto en las piernas.
Pero la desidia es una niña pequeña que tira de mi falda y me insta a quedarme en el mismo punto y la miro y ella me devuelve la mirada. Y me quedo. Siempre me quedo.


Quiero ser, otra vez, como el gato de Schrödinger, ser y dejar de ser al mismo tiempo. 
Irme y quedarme.



lunes, 18 de marzo de 2013

O.


Y echo de menos las horas,
la velocidad,
todo aquel tiempo que antes se escapaba y ahora se acumula.
Que marzo no es octubre.
Que el humo me golpea en la cara.
Que hablabas de Thánatos y yo me iba.
Que antes eramos 'Mujeres' y ahora Chinaski aparece furtivamente una vez al mes.
¿Qué hago para que vuelva?¿Quiero que vuelva?¿Quiero volver?

El consuelo es el Aleph -que no aparece- y los huecos de las paredes. Las texturas -fácilmente apreciables en ocasiones-. Y las idas, las venidas, las rayas verticales. Vivir en los baños. Marcharse sin escapar. Porque no se puede.

Preguntarme. Pero a ti no, porque no estás.
Y tenía razón V. con las incompatibilidades.
Si juntas cosas puras y con todo lo demás, el final es explosión.

Ya nada es octubre.