lunes, 28 de marzo de 2011

Itinerario improvisado.

Y en otro orden de cosas, podemos destacar la inminente visita de los señores Patiño y Helena a mi humilde morada que tendrá prevista para el 30 de marzo del 2011, iniciandosé con la misma un principio idílico para abril.
Sumémosle a ello el encuentro esporádico, pero no por ello menos importante con la politoxicomana Isabel dentro de, aproximadamente, 19 minutos. Más tarde, la colonizadora cántabra me espera dónde siempre y como es costumbre, la tendré esperando mis 5 minutos de cortesía.
Hank tendrá que esperar por lo menos hasta bien pasada la noche para contarme alguna de sus ebriedades. Mientras lo hace, me dejaré llevar por los encantos de una sinuosa franziskaner.

3+0+2+0+1+1+1+9+5=22 / 2+2=4

No suman tres, ni uno de sus múltiplos y me da igual.

Ah, sepa señor V. que tengo un hueco en mi agenda para el 16 de abril que lleva su nombre. Y sus letras.


Recuperar las cosas. Así de sencillo. Al final, estar sola no está tan mal, oigan.
Ya sólo quedan 9 minutos. Y vaya, siguen sin sumar tres.
Ahora 8. Reto conseguido.

sábado, 26 de marzo de 2011

No.

Lo que no queremos recordar, continua. El otro día en las palabras de un sordomudo.

Los que no son no necesitan ropa, puede que sí el calor, un lugar donde arder.
El humo que los asfixia procede de un cigarrillo inagotable -sueño de fumador compulsivo-. Ellos no necesitan tabaco. La gente no se amontona en las puertas de los bares, allí no existe Ley alguna, ni el estanco Fefa con sus camisetas del Horru les espera con un cartel que reza 'Vengo en 15 minutos'.

El hielo no existe, el frío perpetuo convive en continua lucha -amistosa, por supuesto- con la calidez de lo que no es.
Necesitan, es algo natural, un lugar por el que volar, no el cielo, ni las pistas de cualquier aeropuerto nacional. Un terrirorio no delimitado.

Un mundo lleno de carencias, la realidad virtual sin gafas. Y en las negaciones las totalidades.
Algún día no seré. Y puede que, entonces, comprenda la complejidad de la sencillez.

Mientras tanto queda lo efímero de los que aún son, las perplejidad de los que dejarán de ser, el fulgor de los que están dejando de ser ahora y la eternidad de los que no son.




Nota: Me gusta la palabra 'carrousel'.
(Con dos erres)

miércoles, 16 de marzo de 2011

La inestabilidad de caminar a la pata coja.

Estaba harta de tanta búsqueda y tanta suciedad. De acabar siempre en la misma calle con los zapatos empapados y sin mechero.
Solía encontrar pequeñas cuerdas por el suelo. Cuerdas de máscaras. Cuerdas que unía a un ovillo. Un ovillo, que cada vez era más grande. Y se dió cuenta de que la gente cada vez tenía más capas de máscaras en la cara y que, cada vez, se hacía más difícil arráncarselas en un momento de debilidad.

Y no sólo estaba la humedad, era el caminar a la pata coja y sin rumbo, sin ninguna idea de a donde se dirigía. Y así pasaba el tiempo, dando tumbos de aquí para allá. Viviendo -una vez más- entre el infinito y la Argañosa.

Pero no os creáis que esto siempre fue así, hubo un tiempo en el que ella tenía el camino marcado. Un camino perfectamente asfaltado, pero el tiempo avanza y el camino termina por borrarse.
Y a veces, viaja al País de la Memoria y recuerda que en algún momento de su pesquisa, alguien le dijo 'Sigue el camino de baldosas amarillas'
Pensó que quizá habría opciones -ya sabeis, blanco o negro, frío o caliente, allí o acá- pero se dió cuenta que en un instante había perdido las posibilidades y el tiempo -que quizá se hubiera escapado por el agujero de su pantalón, silenciosamente como se cae la arena, sin que ella se percatara- y es que algunas veces, pensó 'el zapato izquierdo siempre va en el pie izquierdo y no hay más.'


A pesar de eso, a pesar de la inexistencia de un mapa y de la constante lluvia, la búsqueda debe continuar. La incansable búsqueda de un espejo en el que se pueda mirar.

domingo, 6 de marzo de 2011

Inciso .

Me vi en la cara de la bruja. Del capitán inglés. Del cura. De Blancanieves. Me vi en todas las caras. Me vi, incluso, en la tuya.
Y me di cuenta de que él, el Original, seguía escondido en alguna parte.

Quizás, sentado en algún café. Puede que tomando un vaso de whiskey o de agua. Quizás demasiado visible para unos ojos que no saben ver.


'Lo esencial carnavalesco es quitarse el disfraz'

sábado, 5 de marzo de 2011

22.03

Una noche le clavó los dientes, se los hundió hasta que quedaron grabados en su espalda. Le suplicó muy cerca del oido, le suplicó tanto que temió no ser complacida. Fue una noche de peticiones y ruegos. De tratos bastardos.Humillaciones, quejas y gemidos que se arrinconaban a un lado de la cama para dejar sitio a más vegaciones. Y al placer. Un placer tan mundano y tan divino como cualquier otro. Una felicidad que te agotaba, te llevaba hasta los extremos, hasta los precipicios más inhóspitos para después abandonarte a la ilustre fortuna del que no tiene un lugar por el que perderse. Una felicidad, al fin y al cabo, momentánea. El puro carpe diem.

El juego. Juegos de voces, saliva. Juegos donde, si no perdias los papeles, perdias las formas. La galantería y los buenos modales quedaban obsoletos, dando lugar a la bestialidad, la brutalidad de salvaje americano, pero sin sombrero y sin humo.
El sentir morir, desfallecer, caer y no tocar el suelo. Dejar de ser. La transformación en movimiento.

Y después, el deseo. La adicción del que no lo necesita.


Y al final de todo, la máscara que te espera en la puerta. La voz en tu oido que te pide 'Parte desde el principio'. Y tú y tu inutil obediencia solitaria.
, saliendo de mi falda.