domingo, 23 de octubre de 2011

Es hora de recapitular .

Tenía las manos bonitas y los ojos grandes.
Eso era todo.
No había nada más.
Sólo esa marca en las pupilas.
Un brillo. Un instante.
Sólo duró eso. Una nada.








"Fracasé una vez, fracasé diez mil
y aún así alzó mi copa hacía el cielo
en un brindis por el hombre de hoy
y por lo bien que habita el mundo."

miércoles, 19 de octubre de 2011

fumée, feu, chaleur.

Magnetizada me senté allí. Hubo dos o tres minutos de palabras cordiales, de carcajadas pulcramente ensayadas, gestos extravagantes y forzados.
Luego, se hizo lugar al silencio. Una pausa, muerta e intensa. Surgieron actos étereos, la pasión masificada en suaves roces con el aire, con el espacio. Y luego la explosión de una estrella que formó en mi espalda miles de constelaciones, aún sin nombre y sin dueño.
Al instante, duro, frío, brutal, me miraste.
- Vete.
Temblé. Y me fuí. Me fui con el quemazón de la jubilada estrella en mi piel, con miles de marcas en mi retaguardia y una pausa muerta e intensa que aparece a su antojo en la calle, en las escaleras, en los lugares aquellos donde jamás te encontraría a ti, allí está ella.

Tras un tiempo, las quemaduras se apagaron, mi piel se tornó cenizas y del aire viciado y espeso surgió una nueva. Más pura, más consciente, pero aún en ella las miles de marcas permanecen.
Como la alusión a algo que jamás sucedió.

martes, 18 de octubre de 2011

Eine. Eine. Eine.

Ojos cerrados. Abiertos. Entreabiertos. Despiertas y huyes. Huyes del sueño que te tuvo atrapada. Una hora. Un minuto. Una vida. O quizás varias.
Brazos agarrotados. Pies tambaleantes. Manos temblorosas ¿Puedes erguirte? Sí, puedes. El suelo está mucho más lejos ahora. Más que antes. Que hace una hora. Un minuto. Una vida.
Caminas. 'El movimiento se demuestra huyendo' piensas. Y huyes. Escapas. Piensas en la distancia. Geográfica. Corpórea. Instantánea.
Sálvala, acórtala, deshazte de ella.
Todo se aleja. El suelo está mucho más lejos ahora. Aún más que antes. Que hace una hora. Un minuto. Una vida.
Los árboles. Las cornisas. El humo.
Todo es insignificante. Tú también. Sigues allí, parada. Inmóvil. Pétrea.
Jurarías que te habías movido, pero jamás aprendiste a andar.
Te quedarás allí. Una hora. Un minuto. Una vida.

domingo, 16 de octubre de 2011

Reminiscencias de octubre .

Quiero ser lo que tú quieres. Hoy y mañana. Siempre.



Y ese es el gran problema.

martes, 11 de octubre de 2011

Pierre Drieu la Rochelle divaga frente a su muerte .

Tenía pensado hablar sobre ramas que se emancipan, sobre ingenieros de minas y noches que terminan cuando otras cosas empiezan, pero no he podido evitar poner este poema.


Al final pienso que tenía razón
—todo el absurdo tinglado del poder,
el cuchillo implacable de la inteligencia,
las sórdidas, políticas palabras,
los arañados proyectos imposibles—,
sí, tenía razón ese día. Me acuerdo bien
cuando pensé, echado junto a ella,
que lo único real era una buena puta,
una piel cálida, unos labios silenciosos, unas manos
expertas,
en aquel burdel cerca Neuilly, al amanecer.
Por eso, porque creo que tenía razón, soy más culpable
—libros, declaraciones, ideas, lealtades,
el secreto de todo, el revés de la nada—,
cuánto tiempo perdido para llegar a esto,
para recordar, ya sin solución, sus largos muslos,
el sabor espeso de su boca, los rosados pezones.
Llegaba una luz gris sobre la cama,
sobre su culo memorable, inmóvil,
sí, tenía razón, aquella puta
cuyo nombre nunca supe o tal vez he olvidado,
el humo de un cigarrillo, eso es todo, yo tenía razón,
y si no la tenía, ¿qué importa ahora?

miércoles, 5 de octubre de 2011

El humo consciente.

Estaba sentada en mi sofá. En mi casa. Nada fuera de lo normal. De pronto decidí encender un cigarrillo, cogí el mechero y aspiré y al exhalar observe que el humo, que normalmente divagaba por el espacio de la habitación, sin rumbo, perdiéndose entre las esquinas, arrinconándose en los lugares más inhóspitos, había formado un fino hilo que se dirigía a una esfera translúcida de un material que no sabría describir. Me quedé mirándola, atónita, pues hasta ese momento no había reparado en su presencia. Estuve largo tiempo siguiendo el trayecto del humo, que, de pronto, había cobrado consciencia. Tras la sorpresa inicial, intenté por todos los medios desviar los hilos vaporosos de su camino, agité mis manos en un intento nulo de deshacerlos, pero ellos volvían a formarse sin ninguna dificultad.
Cuando comprendí, desistí. Comprendí que su única finalidad era adentrarse en aquella extraña esfera. Y al comprender, comprobé que la esfera se había hecho más grande, se había ido hinchando hasta sobrepasar su capacidad. Y fue en ese instante cuando explotó. No hizo ruido. No dejó escapar el humo, porque ya no estaba. Había desaparecido.

No quedó rastro de la esfera, como si dentro del sueño, me lo hubiera imaginado todo.


Aún ahora, me pregunto quien era yo.
El humo, la esfera o mi misma imagen.

martes, 4 de octubre de 2011

Los tiempos verbales y su atemporalidad .

Me confunden los 'tal vez' y los 'quizás'.No sé distinguirlos.
Sin lugar a duda, los 'siempre' me angustian.
Utilizar el futuro simple tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajas, como en esta frase:

'El futuro simple tiene sus ventajas'

El pasado siempre es el mismo, sólo cambia el punto de vista. La mirilla de la puerta desde donde lo mires puede hacer que lo veas enturbiado y borroso. Por eso mi futuro simple me empuja a un mundo sin globos oculares.

El presente es un suspiro. Una ráfaga. Apenas dura un instante.

domingo, 2 de octubre de 2011

La simetría de los líquidos ,

La cosa se estaba poniendo mal. Las revueltas urbanas aumentaban. Las farolas parpadeaban y el suelo iniciaba un vaivén tembloroso.
En las entrañas de la ciudad algo se removía. Se retorcía, angustioso, buscandole a él.

Eran unas transformaciones tan sútiles, que los viandantes apenas de percataban de ello. Solamente ella, mirando su vaso -a veces medio lleno y otras medio vacio- vio el paralelismo de las ondas de café. La bonita simetría de los líquidos. Y por un instante, que dividió la partícula más insignificante del tiempo, se olvidó de su búsqueda.
Y durante ese momento: el vacío. Un vacío que le permitió ver la totalidad del mundo. Una totalidad que la agobiaba y la repugnaba. Vió las mochilas llenas de adjetivos y sobrenombres que él les había puesto y nada más. Se giró para mirar a su alrededor y sólo pudo ver palabras.

Cuando, aturdida, volvió en sí -cuando regreso de vuelta a su mundo, al de él- sólo entonces comprendió lo que había visto. Había visto los ojos del Original, lo que él veía.
Allí, en ese café, lo vió. Y sintió lástima y dolor. Después una arcada le recorrió el cuerpo.
Y la lástima desapareció, el sentimiento de rencor e impotencia resurgió con el primer sorbo de un café, ya frío.
Y de pronto, una idea, la enagenación más brillante.


Y otra vez, una vez más, las ondas volvieron a formarse.