Magnetizada me senté allí. Hubo dos o tres minutos de palabras cordiales, de carcajadas pulcramente ensayadas, gestos extravagantes y forzados.
Luego, se hizo lugar al silencio. Una pausa, muerta e intensa. Surgieron actos étereos, la pasión masificada en suaves roces con el aire, con el espacio. Y luego la explosión de una estrella que formó en mi espalda miles de constelaciones, aún sin nombre y sin dueño.
Al instante, duro, frío, brutal, me miraste.
- Vete.
Temblé. Y me fuí. Me fui con el quemazón de la jubilada estrella en mi piel, con miles de marcas en mi retaguardia y una pausa muerta e intensa que aparece a su antojo en la calle, en las escaleras, en los lugares aquellos donde jamás te encontraría a ti, allí está ella.
Tras un tiempo, las quemaduras se apagaron, mi piel se tornó cenizas y del aire viciado y espeso surgió una nueva. Más pura, más consciente, pero aún en ella las miles de marcas permanecen.
Como la alusión a algo que jamás sucedió.
miércoles, 19 de octubre de 2011
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Siempre sucedió, ahí esta, y estará la cicatriz, porque por que si nos olvidamos de las estrellas que un dia quemaron nuestra piel, nos olvidamos de nosotros mismos, nuestro pasado. Es mejor nunca olvidarse y juntar uno a uno los cachitos que hemos ido recogiendo por el camino de estrellas fugaces, para encontrar la que siempre hemos querido encontrar
ResponderEliminarSegura que no sucedio??? parece muy real.
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