miércoles, 19 de octubre de 2011

fumée, feu, chaleur.

Magnetizada me senté allí. Hubo dos o tres minutos de palabras cordiales, de carcajadas pulcramente ensayadas, gestos extravagantes y forzados.
Luego, se hizo lugar al silencio. Una pausa, muerta e intensa. Surgieron actos étereos, la pasión masificada en suaves roces con el aire, con el espacio. Y luego la explosión de una estrella que formó en mi espalda miles de constelaciones, aún sin nombre y sin dueño.
Al instante, duro, frío, brutal, me miraste.
- Vete.
Temblé. Y me fuí. Me fui con el quemazón de la jubilada estrella en mi piel, con miles de marcas en mi retaguardia y una pausa muerta e intensa que aparece a su antojo en la calle, en las escaleras, en los lugares aquellos donde jamás te encontraría a ti, allí está ella.

Tras un tiempo, las quemaduras se apagaron, mi piel se tornó cenizas y del aire viciado y espeso surgió una nueva. Más pura, más consciente, pero aún en ella las miles de marcas permanecen.
Como la alusión a algo que jamás sucedió.

2 comentarios:

  1. Siempre sucedió, ahí esta, y estará la cicatriz, porque por que si nos olvidamos de las estrellas que un dia quemaron nuestra piel, nos olvidamos de nosotros mismos, nuestro pasado. Es mejor nunca olvidarse y juntar uno a uno los cachitos que hemos ido recogiendo por el camino de estrellas fugaces, para encontrar la que siempre hemos querido encontrar

    ResponderEliminar
  2. Segura que no sucedio??? parece muy real.

    ResponderEliminar