miércoles, 5 de octubre de 2011

El humo consciente.

Estaba sentada en mi sofá. En mi casa. Nada fuera de lo normal. De pronto decidí encender un cigarrillo, cogí el mechero y aspiré y al exhalar observe que el humo, que normalmente divagaba por el espacio de la habitación, sin rumbo, perdiéndose entre las esquinas, arrinconándose en los lugares más inhóspitos, había formado un fino hilo que se dirigía a una esfera translúcida de un material que no sabría describir. Me quedé mirándola, atónita, pues hasta ese momento no había reparado en su presencia. Estuve largo tiempo siguiendo el trayecto del humo, que, de pronto, había cobrado consciencia. Tras la sorpresa inicial, intenté por todos los medios desviar los hilos vaporosos de su camino, agité mis manos en un intento nulo de deshacerlos, pero ellos volvían a formarse sin ninguna dificultad.
Cuando comprendí, desistí. Comprendí que su única finalidad era adentrarse en aquella extraña esfera. Y al comprender, comprobé que la esfera se había hecho más grande, se había ido hinchando hasta sobrepasar su capacidad. Y fue en ese instante cuando explotó. No hizo ruido. No dejó escapar el humo, porque ya no estaba. Había desaparecido.

No quedó rastro de la esfera, como si dentro del sueño, me lo hubiera imaginado todo.


Aún ahora, me pregunto quien era yo.
El humo, la esfera o mi misma imagen.

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