jueves, 7 de abril de 2011

A Cuxot.

-Glup, Glup.
Izquierda, derecha, pared de cristal. Derecha, izquierda y vuelta a empezar.

Ramiro era callado, tímido y sobretodo olvidadizo. Recuerda -a duras penas- que una vez se estuvo buscando las orejas durante no se sabe cuanto tiempo y luego recordó que no las tenia. Hay que señalar que Ramiro procede de una larga estirpe de olvidadizos y que él tiene la suerte -o la desgracia- de ser uno de los que, por lo menos, recuerdan su nombre.
A veces, siente lastima de todos aquellos que pueden -y que tienen- que recordar una cantidad de datos absurdos y dolorosos. Claro que otras veces, más de las que a él le gustaría reconocer, se siente triste por no recordar si es feliz o si alguna vez no ha estado solo.

En las duras noches de insomnio, una aterradora imagen le viene a la cabeza: unos enormes ojos le observan. Recuerda la ultima vez que los vio porque en ese instante una fuerza lo atrajo hacia la superficie y luego, por fin, cerró los ojos.
Por una vez en su vida, tuvo párpados.

-Mamá, el pez se ha muerto, ¿cómo se llamaba?
-Como todos, Ramiro y ahora ya sabes lo que te toca ¡Ah! Y no olvides tirar de la cadena.


Ramiro, un buen pez y mejor persona. Mejor que muchas, al menos.

2 comentarios:

  1. No superas el trauma. Necesitas terapia. Y batidos.

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  2. El trauma está más que superado. Ramiro no es Cuxot, pero me recuerda a él.

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