sábado, 19 de noviembre de 2011

¿No hay miedo? Sí, lo hay.

Ayer entre la ebriedad, el frío y la vuelta a hace tres meses -como no, tres- pude confirmar con temor y cierta curiosidad algo que me lleva rondando la cabeza un tiempo.

Me aturde mientras poco a poco me disipo entre ramas y arbustos, entre máscaras, desconocidos, entre buenas intenciones y rasguños. La compañia se vuelve algo más y parece que con los montones de escombros y de hojas secas las viejas, las dejadas atrás, 'olvidadas', abandonadas compañias se vuelven borrosas. Se anulan.
Y me es imposible acordarme de ellas, cuando las nuevas me traen un aire fresco, necesario. Como ya dije alguna vez, dejan trás de sí 'un rastro de vaporosas inquietudes'.

Me queda la duda, ¿qué es mejor hacer con los arboles cansados y desgastados? ¿Cortar de raiz? ¿Abonar el suelo? ¿O echar sal en la tierra para volverla yerma y seca?

2 comentarios:

  1. Los árboles cansados y desgastados pesan mucho, demasiado diría yo.

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  2. Soy partidario de hacer todo lo posible por salvar una vida, vegetal o animal, pese al lamentable estado que dices se encuentra.

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