No sé si comencé a llorar porque no encontraba el mechero o lo hice mientras estaba encendiéndolo. El caso es que encender el chisqueru mientras lloras no es sencillo. Puede que llorara por esa tontería o por algo que había olvidado.
Se que cuando me levanté las manos me olían a limón y el aliento a alcohol, que miré el móvil y me tapé con la manta. Me quedé en mi iglú rojo escuchando la historia de una tal 'Lola' que me recordó un tanto a mí.
Pensé por un instante en la jarra, que ahora ya no era mía, si no de una de esas personas que comienzan siendo un desconocido y acaban la noche contigo tomando cervezas en lo que antes iba a ser tu portalápices.
Y de una manera u otra acabas descubriendo que sí, que el mundo es un pañuelo y que tú estás ahí para hacer el tiempo más llevadero y para regalar jarras de cerveza robadas.
Y si como dice el señor Ángel González hay un inventario de lugares propicios para el amor, estoy segura de que las prisas, la ebriedad y demás complementos directos o indirectos del crepúsculo no forman parte de ellos.
domingo, 24 de abril de 2011
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no sé si hay lugares propicios para ., pero si el señor Ángel lo dice y, para más inri, tú lo secundas, habrá que creer que los hay.
ResponderEliminarMás bien tiendo a creer que hay lugares que no son propicios para eso, pero alguno de los otros tiene que haber.
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